En este momento, ¿cómo os gustaría que fuese vuestra casa?

¿Qué superficie y cómo debería estar distribuida vuestra vivienda?, ¿cómo debería estar equipada para vivir cómodamente?

A lo largo de estos días de confinamiento muchos hemos sido realmente conscientes de la importancia que tiene ese espacio limitado y delimitado al que llamamos hogar. También nos hemos dado cuenta de los condicionantes de vida que sus características y dotaciones pueden llegar a imponernos.

El “¿hacia dónde vamos?” filosófico que ha perseguido al hombre desde la Antigua Grecia y que tantas horas de sueño ha robado, sigue sin respuesta firme. Pero si nos centramos en la vivienda, en el hogar, en las casas, en las residencias y en la arquitectura, entendiendo ésta bajo la definición que dio el arquitecto Bjarke Ingels en su entrevista para ArchDaily.com como : «el arte y la ciencia de asegurarnos de que nuestras ciudades y edificios realmente encajen con la forma en que queremos vivir nuestras vidas«, nos ayudará a discernir sobre las prioridades que se impondrán a partir de ahora en la demanda de viviendas.

Si reflexionamos sobre la evolución de las viviendas a lo largo de la historia nos daremos cuenta que está estrechamente ligada a la evolución de la humanidad, que hemos ido adaptando nuestros espacios vitales a las actividades que han ido surgiendo y a las costumbres que hemos ido incorporando, que hemos ido adaptando espacios y sistemas constructivos conforme se ha avanzado tecnológicamente y que han influido factores sociales, culturales, económicos o religiosos, además de otros condicionantes como la geografía o el clima, obviamente.   Y también, a poco que profundicemos en el tema, nos percataremos de que las primeras edificaciones construidas por el hombre mantenían un equilibrio perfecto con el paisaje y utilizaban técnicas respetuosas con el medio ambiente. Conforme fueron pasando los años, y sobre todo a partir de mediados de S. XVIII con la Revolución Industrial, la arquitectura se puso al servicio de la proyección y construcción masiva, con un crecimiento descontrolado y desequilibrado y eludiendo el impacto medio ambiental de este nuevo sistema.

Capadocia, Turquía.

Nuestros antepasado empezaron viviendo en cuevas durante el invierno y chozas fabricadas a base de troncos, ramas, plantas y pieles de animales en verano (aunque no tiene nada que ver con los periodos vacacionales). Con forme fueron pasando los años se hicieron unos expertos en el control del trabajo de la piedra, empezaron a promover casas enterradas o semienterradas, viviendas que se construían mediante excavación. Llegaron a tener tal control que esculpían algunas de las divisorias entre estancias y el mobiliario (yo creo que estos inventaron el armario empotrado).

Hasta aquí, los objetivos eran básicos: resguardarse de las  inclemencias climatológicas, protegerse del ataque de las bestias y tener un sitio donde almacenar los alimentos. Sistema de calefacción, el fuego. Y para matar el tiempo y decorar las paredes, desarrollaron el arte rupestre. Comenzaban a formar núcleos poblacionales y apareció el concepto de propiedad privada. Ya nos vamos pareciendo.

A finales de la edad de Bronce, con el desarrollo de la ingeniería metalúrgica y  la proliferación de los oficios, algunos poblados se convirtieron en ciudades, un tipo de sociedad tribal, pero organizada y  jerarquizada. Esta diferencia de clases sociales se reflejaba en el tipo de vivienda, cosa que ha pasado toda la vida. Hablamos de cabañas o chozas, construidas en superficie, con muros de piedra, barro y madera (aun no habían inventado el ladrillo), con planta circular, con un diseño tipo loft (aunque os recuerdo que aun no se ha dotado a las viviendas con cuarto de baño).

                              Oikos griega

La oikos griega respondía además de a una estructura social, a un modo de vida orientado a la polis. Es decir, las vivienda eran austeras y no contaban con demasiada ornamentación ni decoración dado que, el griego hacía la vida en la calle. La domus romana era mucho más grande, compleja y ostentosas, tanto a nivel arquitectónico, como a nivel funcional. Ahora la vivienda estaba orientada a la vida pública. Los romanos utilizaban las viviendas para encuentros y reuniones familiares, de negocios, culturales…, de ahí su distribución en diferentes ámbitos y de ahí también el eje que dinamizaba las casas en cuanto a las actividades y la aparición de ese patio central entorno al que se ordenaban las habitaciones.

No hay que olvidarse además de los grandes avances arquitectónicos y  tecnológicos que aportó el Imperio Romano. El opus caementicium (hormigón hidráulico romano), el arco, la bóveda, entre otros, también son factores que influyen en la evolución de las viviendas (por ejemplo, se facilitó la construcción en altura o la posibilidad de abrir huecos más grandes en los muros). A estas alturas de la historia, las prioridades económicas y estilo de vida de la sociedad desembocaron en la ruptura con el concepto bioclimático y el respeto al medio ambiente.

En el Renacimiento las casas sufren una transformación transcendental. Aparece una estancia conocida como “sala” destinada exclusivamente a comer y a recibir visitas. La cocina se distancia e independiza para evitar la propagación de olores al resto de las estancias y aparece la habitación como “dormitorio” y zona privada dedicada al descanso. En las viviendas con más clase, estos dormitorios disponían de un vestidor. Es decir, la vivienda se privatiza y tiene un uso exclusivamente familiar.

En las siguientes épocas aparece el cuarto de baño integrado dentro de la vivienda (aunque no con las instalaciones de abastecimiento y saneamiento que las conocemos hoy) y el término confort va evolucionando desde un significado de agradable (refiriéndose sobre todo a la ornamentación y a la comodidad del mobiliario) a ser visto como un aspecto de bienestar físico.

Casa obrera en la Revolución Industrial

Con la revolución industrial apareció un tipo de vivienda urbana, colocada y construidas prácticamente en serie, dispuestas entre medianeras y de varias plantas, con fachada estrechas que denominaban “villa” (hasta ahora la villa era la vivienda en el campo). Aparecen conceptos como la  ventilación cruzada, aparecen las primeras instalaciones de climatización (circuitos de agua fría y caliente), se desarrolla la iluminación artificial, cocinas, hornos y otros aparatos domésticos.

Ahora bien, relativamente rápido, fueron apareciendo los grandes inconvenientes de las nuevas ciudades industriales y entonces se tuvieron que empezar a desarrollar tecnologías que permitiesen reducir o corregir todos estos problemas. De hecho, hoy en día se sigue trabajando en esta línea. Sostenibilidad, calentamiento global, cambio climático, eficiencia energética, son conceptos que desde luego están dentro del programa de necesidades de los proyectos edificatorios.

Cabe señalar, y esto no nos lo tienen que contar, que con la incorporación de la informática y el desarrollo de las tecnología a la arquitectura y a la construcción y al estudio del funcionamiento de los edificios, se han generado algunas ventajas y facilidades en el desarrollo de estudios entorno    al  confort, la reducción de consumos energéticos y la producción de elementos biodegradables.

 

Por tanto, y llegados a este punto, no les puedo decir si se impondrá el estilo Japandi o el Wabi Sabi, pero si se puede intuir que el cambio más importante e inmediato puede que esté en que el principal criterio de la arquitectura y la construcción sea cubrir las necesidades de los usuarios de las viviendas, utilizando y desarrollando nuevas tecnologías y que permitan mantener el equilibrio con el medio ambiente, dejando de lado la construcción a gran escala cuyo objetivo único es la producción de ganancias. Y en cuanto a la vivienda de segunda mano, puede que se plantee seriamente su regeneración integral, adaptando el parque edificatorio existente a esta nueva forma de vida que plantean, se va a producir consecuencia de la crisis sanitaria.